Amor vivía perdida en medio de un gran barranco hueco que
soñaba con llenar. Sus únicas pertenencias eran un saco lleno de cariño, una
caja repleta de ilusiones y una maleta que contenía todos sus recuerdos, pero
no tenía con quien compartirlas.
Pasaron los años y Amor continuaba atrapada en sus temores,
hasta que se acostumbró a vivir con ellos. Fueron creciendo llegando a tener
vida propia y se convirtieron en sus más fieles compañeros y en sus peores
consejeros. Se llamaban Rechazo y Pereza.
Rechazo era cobarde y no permitía que Amor hiciera nuevos
amigos. Le repetía continuamente: -No les necesitas. Ellos solo quieren hacerte
daño.
Pereza sin embargo, se pasaba el día imaginando cosas
nuevas, hablando de lo que Amor podría hacer algún día, aunque nunca le animaba
realmente a ello y le decía: -¿Para qué buscar fuera algo que no sabes si
encontrarás?, se está mejor aquí, sin esforzarse por nada.
Con el tiempo empezó a formarse una extraña leyenda en torno
a Amor. Se decía que en lo más profundo de una fosa, habitaba un ser extraño al
que no se había visto jamás y que con él vivían dos monstruos atroces que se
alimentaban de los buenos deseos de la gente.
Una de aquellas historias llegó a oídos de un caballero que
se encontraba descansando en una taberna. Se llamaba Eterno Sin Límites. Tras
escuchar todo el relato, se levantó con decisión, dejó a un lado la copa que
tenía entre las manos; no sin antes dar el último trago a su licor favorito La
Divina Paciencia; cogió su espada de La Fuerza y se dispuso a montar en su
maravilloso corcel de nombre Perseverancia; una yegua disciplinada, que le
había acompañado en largos viajes, buenos y malos momentos. Gracias a ella
había logrado el éxito en innumerables ocasiones. Antes de marcharse dijo a
todos: -No descansaré hasta saber qué se oculta en ese agujero y cuando lo sepa,
regresaré para contároslo.
Así fue como Eterno Sin Límites partió hacia su destino al
amanecer, con la sonrisa en el rostro y visualizando su objetivo. Imaginaba cómo
sería aquella bestia y el terreno por el cual tendría que pasar. No le
importaba. Acabar con el misterio que aterraba a la gente era lo que tenía que
hacer y lo haría.
Mientras tanto, en el silencio del barranco, Amor suspiraba
y miraba más allá de las piedras que formaban la pared de su prisión. ¡Si al
menos hubiera tenido el valor de salir una sola vez! Pero ahora ya era tarde.
Aunque quisiera, sus miedos se habían apoderado de ella y la habían encerrado
en lo mas alto de la Torre de la Esperanza; construida a propósito de evitar
que escapase de allí. Ahora lo único que podría hacer era esperar sin saber
qué.
Fuera de aquellos muros, un audaz aventurero se aproximaba
veloz. Ya no estaba lejos del lugar donde le habían indicado, sus sentidos se
lo advertían cautelosamente. Frenó un poco a Perseverancia, que dócilmente se
dejó dirigir y vigilando muy bien sus pasos se acercaron al borde del foso. Se
asomó despacio para ver lo que había dentro y escuchó una voz hermosa que
cantaba una canción. La curiosidad le llevó a introducirse un poco más en el
agujero. ¿Quién se ocultaría tras esas melodía?, ¿a quién tendría cautiva ese
horrible ser? Fuera quien fuese tenía el deber de salvarla. Se dejó caer y
resbaló estrepitosamente hasta el fondo. El golpe le tenía conmocionado y hasta
un momento después no abrió los ojos para ver lo que tenía delante. Era
Rechazo, el guardián del abismo.
Rechazo ya no era tan débil como al principio, ahora era el
doble de grande que antes. De un soplido alzó a Eterno por los aires y lo hizo
caer de nuevo; él no se rindió y fue al ataque empuñando su espada de La Fuerza,
acabaría con esa bestia a cualquier precio. Rechazo quedó sorprendido por el
gran valor que demostraba su rival, así que contraatacó con un golpe que hizo
retroceder a su adversario unos pasos hacia atrás. Eterno Sin Límites vio
entonces que necesitaría algo de ayuda y llamó a su esplendorosa yegua con un
silbido. Perseverancia acudió de inmediato al lugar de la batalla y asestó una
fuerte coz a Rechazo, quien se desplomó y no volvió a levantarse.
Tras superar esta prueba y comprobar que efectivamente había
vencido, Eterno montó sobre Perseverancia y con la confianza en sí mismo que le
caracterizaba, galopó como el viento. Ahora ya nada le detendría. Alzó la vista
al frente y divisó una torre, se detuvo unos segundos y escuchó con atención; esa
melodía otra vez, ahí se encontraba la prisionera, estaba seguro. Reanudó la
marcha con sigilo, no quería más sorpresas.
La puerta de la torre estaba custodiada por un vigilante,
era Pereza quien se mantenía quieto ante ella para evitar el paso de cualquiera
que intentase cruzar el umbral. De igual modo como le había sucedido a Rechazo,
Pereza era de proporciones inmensas y se había acomodado delante de la entrada
de tal forma que sería muy difícil hacer que se moviera.
Se fijó en que pereza era tan sumamente holgazán, que no
saldría corriendo tras él si pasaba cerca; pero sí se volcaría hacia un lado si
se le empujaba o se le obligaba a estirarse demasiado. Su plan consistía en lo
siguiente: Eterno se pondría muy quieto en el lado izquierdo del monstruo y
trataría de entretenerlo mientras Perseverancia se colocaba en el derecho. El
valeroso aventurero tendría que provocar a Pereza hasta conseguir que éste se
estirase para tratar de alcanzarlo y cuando lo hiciera, su compañera le daría
una patada en el costado para que cayera por su propio peso, dejando libre la
entrada a la torre.
El plan dio resultado; la puerta quedó despejada y el
gigante, derribado sin poder levantarse. Eterno Sin Límites corrió lo más
deprisa que pudo y subió una escalera de mil peldaños. Al llegar al último
escalón se encontró frente a una fina cortina de seda, la retiró cuidadosamente
y tras ella descubrió a Amor. Ambos se
miraron, ninguno había antes nada tan bello.
Montaron juntos sobre el fabuloso corcel Perseverancia y
huyeron lejos de los miedos. Se pasearon gloriosos delante de la gente y no
volvieron a estar solos. Amor le regaló su maleta de recuerdos a Eterno,
abrieron a la vez el cofre de las ilusiones y se repartieron el saco del
cariño. A cambio Eterno le enseñó a Amor a montar a Perseverancia, le prestó su
espada de La Fuerza y le dio a probar su licor favorito, La Divina Paciencia.
De la unión de los dos nació una hija, que se llamó Pasión Infinita.
La educaron con los mejores dones del corazón y las armas del guerrero. Creció
siendo una dama bondadosa y valiente, fruto de Amor Eterno Sin Límites.
Relato publicado en "Relatos Urbanos. Aventuras en el asfalto". Ed. ECU. Alicante 2013.