Escribiendo sobre agua.

Escribiendo sobre agua.

martes, 24 de diciembre de 2013

NOCHEBUENA LUNAR

Como cada año ya estoy contando los minutos para que mis invitados se presentes con ganas de pasar una velada agradable. Son muchos los que han confirmado que vendrán, representantes de toda la galaxia.

Esta cena no es solo una reunión de amigos, aquí también se discuten muchos temas universales y se llegan a acuerdos importantísimos. Sin ir más lejos, el día que Neil Armstrong vino por primera vez y lo vieron desde su planeta pasearse por mi jardín, fue posible por que en primer lugar, la Nochebuena anterior, el presidente de La Nasa había sido mi invitado de honor y le entregué la llave interestelar para que pudieran subir a mi casa cuando quisieran, eso sí, con previo aviso, no me gustaría que me visitasen en un mal momento. Por lo general suelen ser considerados conmigo.

De todos los planetas que componen la Vía Láctea, no va a faltar ninguno. Estoy un poco nerviosa, creo que lo mejor será que empiece a arreglarme. Los he citado a las nueve y media y suelen ser muy puntuales, ya faltan menos de dos horas para que lleguen.

Entro en mi dormitorio y reviso mi armario. Quiero ponerme algo llamativo para la ocasión, descarto algunos modelitos que ya me he puesto en otras ocasiones y me decido por la capa de cola larga con incrustaciones de diamantes. Normalmente voy ataviada con una bata adornada con bordados de plata, el día a día es diferente y no hay que ser ostentoso en el vestir. Llamo a mis amigas las estrellas para que den su opinión sobre mi atuendo, han quedado muy satisfechas con la elección y me han hecho el primer regalo de Navidad: una corona que han tejido entre dos o tres.

A continuación me dirijo con paso apresurado al comedor para comprobar que todos los servicios están preparados y revisar que no falta un solo detalle en la mesa. Veamos, las mediaslunas en sus bandejas, el tocinito de cielo que tanto le gusta a Plutonio listo, los buñuelos de viento en su lugar, las empanadillas de cabello de ángel también. Muy bien, aquí todo está correcto.

Los que se están retrasando son los músicos, le he pedido a Michael Buble que venga para amenizar la cena cantando villancicos con su armoniosa voz. A cambio le he propuesto iluminar la Nochevieja en Manhattan, para su próximo concierto, como nunca antes lo he hecho en ningún lugar. Para su comodidad he habilitado adecuadamente el jardín trasero. Hacía tiempo que estuve pensando en reformarlo, pero nunca lo llevaba a cabo, finalmente, cuando vi las fotos que el satélite terrestre había hecho, decidí que ya no podía seguir así.


Ya empiezo a escuchar voces ahí fuera, parece que por fin llega alguien. Me doy el último retoque en el espejo y me digo: “vamos Luna, que estas Navidades, ni la Preysler te supera en esplendor”.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

BURUNDANGA

Sentada sobre un tronco muerto, Rosa mira como su preciosa Judith de ojos claros, corretea por la hierba imaginando ser un pirata a punto de encontrar un tesoro de gran valor. La mañana es apacible, sopla brisa suave del cantábrico y entre tanta paz, comienza a recordar aquel día de hace seis años, cuando abandonándolo todo se refugió en este pequeño pueblo.

Habían pasado dos meses desde que denunció en comisaría el robo en su chalet de La Moraleja, el Inspector Mendieta la trató como a una dama; evidentemente no había pasado por alto sus zapatos de Escada, el bolso de Gucci y la pulsera de Cartier.

-Señora, por favor, cálmese y cuénteme qué le ha pasado.

Rosa siguió llorando durante diez minutos más. Una vez se hubo calmado, secó sus lágrimas y relató lo sucedido:

-Paseaba a media tarde distraídamente por las inmediaciones de la calle Alcalá y una furgoneta paró bruscamente junto a mí. De su interior salieron dos ocupantes con aspecto extranjero que en décimas de segundo me sujetaron y me metieron dentro. Uno de ellos continuaba tapándome la boca mientras yo pataleaba con violencia. El otro cómplice apareció entre las sombras con una jeringuilla en la mano. Me desmayé aterrorizada. Cuando recuperé la conciencia, todo daba vueltas a mi alrededor y era incapaz de distinguir las dos figuras que frente a mí se mantenían inmóviles en espera de que despertase. De lo único que podía estar segura era de no encontrarme en el centro de Madrid y de que había oscurecido. Traté de mover los brazos pero los tenía atados a la espalda y aunque no llevaba ninguna mordaza, mi garganta no podía emitir ni un solo sonido. Recuerdo que me sacaron con cuidado del vehículo y una suave brisa me trajo olor a jazmín y naranjo, por lo que deduje encontrarme frente a mi casa. No opuse ninguna resistencia para dejarlos entrar, no tenía fuerzas, y una vez dentro me encerraron en el cuarto de baño de la planta inferior. Permanecí inmóvil en el suelo, con la cabeza apoyada en el sanitario y la mirada perdida, no sé por qué no me podía mover, pero sí escuchar perfectamente todo lo que ocurría fuera, aunque sin entender nada. Me pareció que hablaban en ruso y por el tono que utilizaban se les notaba tranquilos, como si aquello que hacían no fuese más que rutina. Luego la puerta se abrió, recuerdo llegar a mi dormitorio como en una nube. Durante el trayecto distinguí a duras penas las siluetas de las sillas, cojines, jarrones y más objetos formando el caos por todo el salón. Cuando he despertado esta mañana he podido confirmarlo.

-¿Le han robado algo?

-Sí, han saqueado mi casa por completo. Se han llevado las joyas y el dinero de la caja fuerte, obras de arte de incalculable valor y hasta un Hopper inmenso que adornaba la pared del comedor. Lo peor es que tengo la sensación de no recordar algo importante.

La casa desvalijada poco a poco fue recuperando su buen aspecto, pero la sensación de vulnerabilidad la seguía acompañando. Intentó continuar con su rutina, pero por la noche terribles pesadillas la hacían despertarse entre sudores fríos y una gran sensación de angustia. Lo peor aún estaba por llegar. El malestar nocturno se extendió por el día. El cansancio la tenía bajo mínimos, comenzó a tener vómitos y mareos. Preocupada acudió al médico y los resultados fueron concluyentes, estaba embarazada. Aquel cerdo le había dejado un último regalo de despedida.

Siete meses más tarde nació Judith. Parecerá una locura, pero algo dentro le decía que, a sus cuarenta años, era su última oportunidad de ser madre. Un inmenso amor la invadió al ver la cara de su niña; pero también la embargaba un gran temor. ¿Dónde estaría aquel hombre? La policía todavía estaba buscando a los ladrones. ¿Y si seguía vigilándola?, ¿y si trataba de llevarse a su hija y pedir un rescate? Debía marcharse.

Le pareció que un pueblecito en la sierra, en las entrañas de Asturias, era ideal para comenzar de nuevo. Compró una casa humilde en el campo, quería prescindir de cualquier cosa que no fuera necesaria para vivir.

Rosa se levanta de su asiento y estrecha a su hija entre los brazos:-¿Sabes quién es mi tesoro?- La niña sonríe feliz, el viento se ha llevado todos los malos recuerdos.

sábado, 16 de noviembre de 2013

AMOR ETERNO SIN LÍMITES

Amor vivía perdida en medio de un gran barranco hueco que soñaba con llenar. Sus únicas pertenencias eran un saco lleno de cariño, una caja repleta de ilusiones y una maleta que contenía todos sus recuerdos, pero no tenía con quien compartirlas.

Pasaron los años y Amor continuaba atrapada en sus temores, hasta que se acostumbró a vivir con ellos. Fueron creciendo llegando a tener vida propia y se convirtieron en sus más fieles compañeros y en sus peores consejeros. Se llamaban Rechazo y Pereza.

Rechazo era cobarde y no permitía que Amor hiciera nuevos amigos. Le repetía continuamente: -No les necesitas. Ellos solo quieren hacerte daño.

Pereza sin embargo, se pasaba el día imaginando cosas nuevas, hablando de lo que Amor podría hacer algún día, aunque nunca le animaba realmente a ello y le decía: -¿Para qué buscar fuera algo que no sabes si encontrarás?, se está mejor aquí, sin esforzarse por nada.

Con el tiempo empezó a formarse una extraña leyenda en torno a Amor. Se decía que en lo más profundo de una fosa, habitaba un ser extraño al que no se había visto jamás y que con él vivían dos monstruos atroces que se alimentaban de los buenos deseos de la gente.

Una de aquellas historias llegó a oídos de un caballero que se encontraba descansando en una taberna. Se llamaba Eterno Sin Límites. Tras escuchar todo el relato, se levantó con decisión, dejó a un lado la copa que tenía entre las manos; no sin antes dar el último trago a su licor favorito La Divina Paciencia; cogió su espada de La Fuerza y se dispuso a montar en su maravilloso corcel de nombre Perseverancia; una yegua disciplinada, que le había acompañado en largos viajes, buenos y malos momentos. Gracias a ella había logrado el éxito en innumerables ocasiones. Antes de marcharse dijo a todos: -No descansaré hasta saber qué se oculta en ese agujero y cuando lo sepa, regresaré para contároslo.

Así fue como Eterno Sin Límites partió hacia su destino al amanecer, con la sonrisa en el rostro y visualizando su objetivo. Imaginaba cómo sería aquella bestia y el terreno por el cual tendría que pasar. No le importaba. Acabar con el misterio que aterraba a la gente era lo que tenía que hacer y lo haría.

Mientras tanto, en el silencio del barranco, Amor suspiraba y miraba más allá de las piedras que formaban la pared de su prisión. ¡Si al menos hubiera tenido el valor de salir una sola vez! Pero ahora ya era tarde. Aunque quisiera, sus miedos se habían apoderado de ella y la habían encerrado en lo mas alto de la Torre de la Esperanza; construida a propósito de evitar que escapase de allí. Ahora lo único que podría hacer era esperar sin saber qué.

Fuera de aquellos muros, un audaz aventurero se aproximaba veloz. Ya no estaba lejos del lugar donde le habían indicado, sus sentidos se lo advertían cautelosamente. Frenó un poco a Perseverancia, que dócilmente se dejó dirigir y vigilando muy bien sus pasos se acercaron al borde del foso. Se asomó despacio para ver lo que había dentro y escuchó una voz hermosa que cantaba una canción. La curiosidad le llevó a introducirse un poco más en el agujero. ¿Quién se ocultaría tras esas melodía?, ¿a quién tendría cautiva ese horrible ser? Fuera quien fuese tenía el deber de salvarla. Se dejó caer y resbaló estrepitosamente hasta el fondo. El golpe le tenía conmocionado y hasta un momento después no abrió los ojos para ver lo que tenía delante. Era Rechazo, el guardián del abismo.

Rechazo ya no era tan débil como al principio, ahora era el doble de grande que antes. De un soplido alzó a Eterno por los aires y lo hizo caer de nuevo; él no se rindió y fue al ataque empuñando su espada de La Fuerza, acabaría con esa bestia a cualquier precio. Rechazo quedó sorprendido por el gran valor que demostraba su rival, así que contraatacó con un golpe que hizo retroceder a su adversario unos pasos hacia atrás. Eterno Sin Límites vio entonces que necesitaría algo de ayuda y llamó a su esplendorosa yegua con un silbido. Perseverancia acudió de inmediato al lugar de la batalla y asestó una fuerte coz a Rechazo, quien se desplomó y no volvió a levantarse.

Tras superar esta prueba y comprobar que efectivamente había vencido, Eterno montó sobre Perseverancia y con la confianza en sí mismo que le caracterizaba, galopó como el viento. Ahora ya nada le detendría. Alzó la vista al frente y divisó una torre, se detuvo unos segundos y escuchó con atención; esa melodía otra vez, ahí se encontraba la prisionera, estaba seguro. Reanudó la marcha con sigilo, no quería más sorpresas.

La puerta de la torre estaba custodiada por un vigilante, era Pereza quien se mantenía quieto ante ella para evitar el paso de cualquiera que intentase cruzar el umbral. De igual modo como le había sucedido a Rechazo, Pereza era de proporciones inmensas y se había acomodado delante de la entrada de tal forma que sería muy difícil hacer que se moviera.

Se fijó en que pereza era tan sumamente holgazán, que no saldría corriendo tras él si pasaba cerca; pero sí se volcaría hacia un lado si se le empujaba o se le obligaba a estirarse demasiado. Su plan consistía en lo siguiente: Eterno se pondría muy quieto en el lado izquierdo del monstruo y trataría de entretenerlo mientras Perseverancia se colocaba en el derecho. El valeroso aventurero tendría que provocar a Pereza hasta conseguir que éste se estirase para tratar de alcanzarlo y cuando lo hiciera, su compañera le daría una patada en el costado para que cayera por su propio peso, dejando libre la entrada a la torre.

El plan dio resultado; la puerta quedó despejada y el gigante, derribado sin poder levantarse. Eterno Sin Límites corrió lo más deprisa que pudo y subió una escalera de mil peldaños. Al llegar al último escalón se encontró frente a una fina cortina de seda, la retiró cuidadosamente y tras ella descubrió a  Amor. Ambos se miraron, ninguno había antes nada tan bello.

Montaron juntos sobre el fabuloso corcel Perseverancia y huyeron lejos de los miedos. Se pasearon gloriosos delante de la gente y no volvieron a estar solos. Amor le regaló su maleta de recuerdos a Eterno, abrieron a la vez el cofre de las ilusiones y se repartieron el saco del cariño. A cambio Eterno le enseñó a Amor a montar a Perseverancia, le prestó su espada de La Fuerza y le dio a probar su licor favorito, La Divina Paciencia.


De la unión de los dos nació una hija, que se llamó Pasión Infinita. La educaron con los mejores dones del corazón y las armas del guerrero. Creció siendo una dama bondadosa y valiente, fruto de Amor Eterno Sin Límites.



Relato publicado en "Relatos Urbanos. Aventuras en el asfalto". Ed. ECU. Alicante 2013.

miércoles, 30 de octubre de 2013

UNA NOCHE TRANQUILA






La luz parpadeante de la pantalla del móvil de Eva reclama su atención. En ella se ve el icono de un sobre cerrado indicando que tiene un mensaje; lo abre y lee: “Ya estoy con los chicos. Iremos a tomar una cerveza después del partido. Que descanses. Un beso”.

Se asoma por el balcón y ve como los niños disfrazados, van de casa en casa pidiendo truco o trato. Cae en la cuenta de que ella no tiene caramelos que ofrecer, así que decide bajar al supermercado de la esquina para comprar algunos dulces.

Al bajar la escalera, ve salir del portal, dando tumbos de un lado a otro, a un chico no más extraño que el resto de la gente que transita la calle. Tiene la sensación de no habérselo cruzado nunca.

Una vez ha conseguido lo que ha ido a buscar, no se entretiene ni un minuto. Algo en su interior la apremia. Sube al tercer piso y en el momento que gira la llave de la puerta por dentro, siente el corazón latiéndole a mil por hora.

A su cabeza acude aquella primera y última vez en la cual coqueteó con la guija, la experiencia le costó noches sin dormir y pesadillas durante años. Pasar una noche tranquila en casa le parece lo mejor.

Decide cenar mientras ve las noticias y pensar en otra cosa. Pacientemente espera que de un momento a otro, niños golosos llamen al timbre. El cuenco con gominolas y piruletas está preparado en la cocina. Pero nadie toca a su puerta. Aburrida mira el reloj colgado en la pared; son más de las doce. Decide irse a la cama y leer un rato antes de dormir. Mientras sostiene un libro entre las manos, repasa con la vista líneas y líneas sin concentrarse en el contenido. No lee nada por que su atención está centrada en el portal. Recuerda al chico que ha visto salir de su edificio. Llevaba un disfraz tan logrado que parecía un ser real. Le provoca escalofríos acordarse de él. Mira el reloj de la mesita de noche; han pasado dos horas desde que se acostó y aún no ha podido conciliar el sueño.

En la calle se escuchan voces, gritos, gente que corre. Parece que el alcohol ya ha empezado a hacer estragos. Oye risas mezcladas con llanto. Las risas están cesando, ya sólo hay llanto, gritos de pánico. La crispación se mezcla con sonidos guturales incomprensibles. Decide levantarse de la cama y mirar tímidamente por la ventana. No puede creer lo que está viendo.

Son humanos comiéndose a otros humanos. Vísceras repartidas por el suelo, miembros desparramados y un hedor nauseabundo imposible de soportar.

Le tiembla todo el cuerpo; apaga la luz y acude sin hacer ruido a la cocina. Desea esconderse, pero ¿cómo?, ¿dónde? Si consiguen entrar la encontrarán seguro. No quiere ser devorada por unos seres tan horribles. Comprende que debe estar preparada y busca una herramienta contundente que pueda servirle de defensa. Encuentra una llave inglesa y la agarra tan fuerte que le duelen las manos. De pronto, piensa en Iván, “¿le habrá pasado algo?”

Justo en ese mismo momento escucha unos pasos en el portal. Es posible que ya esté de vuelta, pero, “¿cómo ha logrado burlar a esos depredadores?” La persona que está fuera no acierta a meter la llave en la cerradura. Se acerca lentamente a la puerta y observa por la mirilla. Es Iván, está de espaldas y se tambalea de un lado a otro. “Es posible que esté borracho”, piensa. Reconoce a la persona que hay en el exterior, pero no puede evitar que el pánico empiece a tomar el control y se pone en guardia. “Debo pensar rápido, si permito que permanezca mucho tiempo ahí, es posible que se convierta en una víctima más”. Decide abrir la puerta despacio. Asoma un poco la cabeza y lo llama en susurros: “Iván, Iván”. Él se da la vuelta. Entonces Eva, al ver sus ojos inyectados en sangre y su mandíbula deforme, comprende que sus más temidas sospechas se han hecho realidad.

Iván, o lo que ya no es Iván, se abalanza sobre ella sin piedad. Su naturaleza humana ha desaparecido y en el rostro se refleja el mismísimo Lucifer. Eva templa sus nervios, no piensa, actúa. Le asesta un golpe maestro en la cabeza que lo desploma en el suelo. El cuerpo yace inerte; ella deja caer el arma con gran estruendo. Ha salvado la vida a costa de matar a la persona que más ha amado nunca. Pero Iván, ya no estaba vivo.





martes, 30 de julio de 2013

FELIZ ANIVERSARIO NENA


Hace más de media hora que estoy esperándole. ¡No puedo creer que otra vez me deje plantada!

Todo mi esmero en arreglarme solo ha servido para que se distraigan los albañiles del piso de enfrente. ¡Qué descarados! Ni siquiera disimulan. Desde luego…¡No hay derecho! Cuando aparezca me va a oír.


Estamos petrificados admirando por el hueco de esta ventana sin cristal, a ese ángel caído del cielo. ¡Vaya curvas tiene la tía! Y unas piernas que no te las acabas.

Parece que está esperando a alguien, no para de mirar el reloj, me da que la han dejado plantada. Hace más de media hora que está ahí parada mirando en todas direcciones. ¡Uy!, parece que nos ha visto. Con ese vestido tan ajustado es imposible no mirar, se le marca hasta el contorno del tanga. Si fuera yo el maromo con el que ha quedado no la dejaba sola ni dos minutos.


Estos zapatos de tacón alto me están destrozando los pies, me pregunto cómo voy a aguantar el resto de la tarde, no sé por qué tuve que comprármelos, ¡si no estoy acostumbrada! Lo que sí me encanta es el bolso, a lo mejor un poco grande, pero me gustan así, nunca se sabe lo que puede hacer falta, hay que estar preparada.


Mi compañero está como un potro desbocado, quiere bajar. Dice que él le hace compañía, o si quiere, que se presta voluntario para que se lo lleve a casa dentro de ese bolso gigante que lleva, está convencido de que como mide metro y medio cabe dentro. La verdad, es que el bolso es enorme, ¿Qué llevarán las mujeres en esos bolsos tan grandes? A la mía le pasa igual.


Vuelvo a mirar la hora. Como tarde un minuto más me voy. Me gustaría saber dónde querrá llevarme, no me dio ninguna pista…, ¿Pero dónde se habrá metido?

Levanto la vista del reloj por enésima vez en treinta minutos echando un vistazo a mi alrededor, a ver si aparece. Creo que es aquel que viene por la acera de enfrente, no estoy segura. Pero… ¿qué lleva puesto?

Cuando ya se encuentra a un metro de mi le corto el paso con los brazos extendidos, no pienso dejar que me de un beso sin antes explicarme a qué viene esa pinta y por qué me ha hecho esperar tanto.

Respondiendo a mis incógnitas me dice que su madre le ha llamado para arreglar un grifo, y que va así vestido por que se le ha ocurrido la maravillosa idea de que nos vayamos a pescar.

¡Esto es el colmo! Sólo me faltaba acabar celebrando nuestro aniversario metida en una barca, con un vestido más ajustado de lo normal y con un dolor de pies que no hay quien lo aguante. Además, podría de vez en cuando dejar a su madre al margen, que la tengo hasta en la sopa.

Le muestro mi enfado en estado puro, yo solo quiero irme a mi casa, me da igual todo. Camino en dirección contraria a él decidida a desaparecer. Él me sigue suplicante, ¡ya no lo soporto más!, es un pelele, se acabó.

Me quito los zapatos y lanzándoselos desde corta distancia le digo que le aprovechen. A lo mejor le sirven de carnaza para los peces, por que yo acabo de desengancharme de su caña de pescar.

Acaba de llegar el tío ese. ¡Menuda pinta lleva! Está claro que la chavala no quiere ni que se le acerque. Parece un pordiosero. La cosa se está poniendo fea. Ésa tiene un cabreo de mil demonios. Ha cogido carretera y manta, ¿a dónde va?... Llévame contigo… ¡Madre mía! Vaya zapatazo le ha pegado al enclenque, casi lo escalabra con el taconazo.


Da la sensación de estar bastante harta, ésta ya no vuelve. ¡Menuda nena! Una mujer de armas tomar.

domingo, 16 de junio de 2013

ESTO ES AMOR

Gerardo se dirige con paso cansado hacia la única ventana a través de la cual entran unos cuantos rayos de sol en el taller de labor. A su paso, el suelo cruje y la tenue luz de una vela, situada frente al espejo donde las clientas se probaban los vestidos, que cogidos con alfileres, quedaban pendientes de ser rematados, permanece encendida desde el día anterior.

Deja las flores sobre la máquina de coser, la que una vez ensordecía las tardes con el traqueteo del pedal dando vida a la aguja sobre una manga que quedó enganchada en espera de ser terminada, muda, con la rueda que la hacía funcionar oxidada. Aparta las cortinas amarillentas, acartonadas por el polvo, hacen juego con el tono cetrino de las paredes que en otro tiempo fueron blancas y abre la ventana de par en par para que el aire se purifique con el olor a jazmín que inmediatamente fluye por toda la estancia.

Al darse la vuelta se encuentra de frente con la butaca donde los acompañantes se sentaban a esperar a las clientas y sobre él reposan los bordados a medio terminar del mantel que ya nunca cubrirá ninguna mesa. Suspira. Alegran un espacio que quedó triste cuando las coplillas que cantaba su esposa se escuchaban por los rincones.

Coge las flores y se acerca lentamente a la cómoda junto a la butaca, sin apartar la vista de la mujer que sonriendo lo mira desde el más allá. Acaricia el marco con la punta de los dedos y coloca las gardenias recién cortadas en un jarrón de porcelana, recuerdo de su viaje de novios en Granada.

El polvo se acumula en los muebles, anuncio del inevitable destino que les espera hacia el olvido, si antes la carcoma no acaba de reducirlos a la nada. La humedad del techo acompañada de las telarañas que cuelgan de la lámpara, son un elemento más de la decoración. Las polillas hace tiempo que empezaron a alimentarse de la ropa guardada en los viejos baúles. El reloj encima de la mesa de corte indica que son las doce a todas horas y un descolorido calendario de 1983 colgado en la pared,  observa indiferente, aburrido por los años.


El anciano envuelto en su luto riguroso, se seca las lágrimas con el puño de la camisa y se despide hasta el día siguiente. Nunca te faltarán flores frescas, ni aire puro, ni amor sincero mientras yo viva. La puerta se cierra rechinando contra el silencio y Julia se queda sonriente mirando por la ventana.

lunes, 13 de mayo de 2013

ADIÓS PARA SIEMPRE MI AMOR




Amado mío,

Si en estos momentos estáis leyendo la delicada letra de mi pulso tembloroso, es que vuestra vida está a salvo y fuera de peligro. Se llenará mi corazón de gozo al recibir noticia de vuestro estado, que sólo debéis hacerme llegar a través de mi criado. Desde este momento nuestros destinos han de separarse para siempre, por mucho que me hiera admitirlo.

Han dado orden de acabar con vuestra vida si os atrevéis a poner un pie en la corte o más allá de las fronteras de España. No debéis ir en mi busca, pues ni yo misma sé pronunciar el nombre del país tan lejano al que me envían.

Toda esta desdicha perdería su sentido si vos acabaseis capturado o muerto. Mi alma no podría soportar semejante tragedia. No debéis sufrir mi pérdida, ni vestiros el rostro de un luto que nuble vuestro semblante de por vida, pues a pesar de la gran tristeza que me embarga, mucho mayor es mi alegría por saber que ya no tenéis que soportar el calvario de una mazmorra tan fría y húmeda. Vos no lo sabéis, pero días enteros los pasé llorando desconsoladamente, sin poder dormir y sin querer comer. Tan desesperada estuve de veros libre que acepté el ofrecimiento de mi padre. Esta coacción que me ha supuesto elegir, entre unirme a ese bárbaro, que más parece una bestia que un ser humano, o permitir que os degollasen, es a mis ojos gesto de gran crueldad hacia mi persona.

Hubiese estado dispuesta a cambiarme por vos, si así me lo hubieran pedido, pero esta alternativa que me han obligado a escoger, parece más un castigo para ambos. Amaros con toda mi alma es la única falta que he cometido y haber sido correspondida por un hombre que inventó para mí tan bellas rimas y acordes de laúd es la gran prenda que me queda. Habéis demostrado ser más valeroso que los caballeros que protegen al rey, más que mi padre, al que odiaré todo lo que me quede de existencia.

En pos de vuestra felicidad deseo con total sinceridad que halléis una doncella que os cuide y cure vuestras heridas. La soledad no es buena consejera y no debéis negaros a aceptar un nuevo amor. No dudéis en encontrarlo, pues bien servida estará quien logre conquistaros.

Os digo adiós para siempre y dejo mi corazón, que ya no necesito, envuelto en este papel, pues estoy muerta.



Catalina.





Escucho tras los muros gran algarabía, todo el castillo está agitado por ser hoy el día de mi boda. Para mí, el día en el que he de cumplir la sentencia de muerte que se me ha impuesto. Alguien viene, debo esconder la misiva o no llegará a su destino.

Con paso firme, el Marqués de Vilaplana hace su intrusión en mis aposentos. El llanto no impide que lo mire con tremendo desprecio.

-¡Dejad ya esa actitud infantil!- Grita haciendo retumbar hasta los cimientos. -¡Es vuestro deber cumplir con lo que prometisteis!, ¿o no recordáis que ese es el precio a pagar por la libertad de vuestro trovador?-

No me importa su gran poder, me pongo en pie y frente a él le digo mirándole directamente a los ojos:

-¡Os odio! Hasta el día de mi muerte estaré rezando para que cuando os llegue la hora vuestra alma arda en el infierno por toda la eternidad. ¡Os maldigo!

Levanta su enorme mano con intención de golpearme, pero se contiene y arroja el último puñal:

-El esposo que he encontrado para vos os meterá en cintura. He salido ganando al complacer al rey, él ha obtenido buenos contactos en oriente, yo un señorío y a cambio me deshago de una ramera como vos. Habéis manchado el nombre de esta familia y pagaréis por ello con creces.

Dicho esto se da media vuelta y marcha hacia el umbral. Mientras se aleja me parece estar viendo al mismísimo demonio.

Para mis adentros pienso que sigo siendo dueña de mi voluntad. Abrazo mi vientre y decido que no quiero para mi futuro hijo una vida en un mundo tan cruel. Mi fiel criado ya está aquí, le entrego la carta y le doy las últimas instrucciones.

-Cerrad el portón al salir.

Hace rato que debería haber hecho acto de presencia. Es hora de dejarme ver tan bellamente vestida para esta gran ocasión. Abro el ventanal, se comunica directamente con los jardines donde todo está preparado para mi aparición. Solo un salto y ya no existiré. Mi último pensamiento: adiós mi amor para siempre.

domingo, 5 de mayo de 2013

BALADA MORTAL


Todo estaba preparado para que la fiesta pudiera comenzar. Las pruebas de sonido casi habían terminado, las bebidas dispuestas en la barra improvisada junto a las espalderas del gimnasio, los focos dirigidos hacia el escenario y la puerta repleta de gente ansiosa por entrar.

Este concierto era la guinda que pondría fin a un curso académico estresante, la recompensa que alumnos y profesores estaban esperando para relajar el ambiente antes de las vacaciones de verano.

Salieron los músicos casi sin ser vistos por una estrecha puerta situada junto a las gradas, para entrar unos minutos más tarde, cuando el recinto estuviera lleno de gente deseosa de verlos actuar.

Como un rebaño ordenado, los chavales fueron colocándose en la sala a la vez que hablaban todos a la vez colmando el espacio de multitud de voces entremezcladas, por lo que era casi imposible distinguir las conversaciones unas de otras. La atención cambio de dirección, centrándose en el escenario, el gimnasio quedó a oscuras, salvo por la luz de un solo foco que iluminaba los instrumentos. Entonces se produjo el escándalo.

Uno por uno, los miembros de Balada Mortal fueron ocupando sus puestos. Entre aplausos, gritos y silbidos, el vocalista empezó a tocar los primeros acordes del tema escogido para la apertura, un solo de guitarra acústica que erizaba el vello de todo el cuerpo. A continuación el batería le siguió con un redoble de tambor. La luz tenue de unos focos estratégicamente colocados para dar ambiente alumbró de repente y los cinco componentes se hicieron visibles. La música sonaba con fuerza, el público reventaba de emoción y hasta los profesores daban palmadas en el aire.

En medio de todo este alboroto se encontraban Rosa y Andrés. Se conocían desde el colegio y no se habían separado nunca hasta ese momento. Terminado el Bachillerato la carrera que cada uno había escogido les obligaba a tomar rumbos diferentes. Cantaban a pleno pulmón el tema que el grupo estaba versionando,  I Don't Want To Miss A Thing de Aerosmith,  y sus cuerpos se rozaban sin parar. Rosa agarró por la cintura a su amigo y lo atrajo más hacia ella, quería que notase el sugerente perfume derramado delicadamente es su cuello, el tacto de su piel, bronceada todo el año, el calor de su aliento joven.

Dejó por completo de prestar atención a la música para captar cada impulso de Andrés con la intención de invitarle a sus labios carnosos. Su amigo parecía no darse cuenta de nada y seguía entonando como loco cada estrofa. Era inteligente pero a veces le costaba darse cuenta de las evidencias. Rosa aprovechó su entusiasmo para dar un saltito y abrazarse de su cuello, así lo tenia más cerca. Andrés la recibió con alegría festiva. Ella le miró a los ojos, que eran tan negros como la noche y le sonrió casi maligna. Él le devolvió la mirada y estuvieron así durante un instante que pareció un siglo. Rosa estaba a centímetros de conseguir su propósito cuando, de pronto, sucedió lo inimaginable.

Uno de los focos que estaba sobre el escenario cayó estrepitosamente sobre el altavoz más cercano al bajista. La explosión hizo cundir el pánico, sumado a las llamas que empezaron a arder prendiendo el cartel donde se anunciaba la actuación y un humo negro comenzó a impregnar cada rincón del recinto.

Atropelladamente, alumnos y profesores, corrían desesperados buscando la salida. Los músicos saltaron del escenario pretendiendo escapar por la misma puerta que habían entrado al empezar, pero no podían, ya que el conserje la había cerrado por fuera con la intención de evitar interrupciones de gamberros graciosos que pudieran intentar hacer alguna de las suyas.

Rosa y Andrés se unieron a la multitud cubriéndose la boca y la nariz con la camiseta, pero no había espacio libre para pasar. Una o dos chicas yacían desmayadas en el suelo, la profesora de francés lloraba histérica, no se veían las caras unos a otros y el gimnasio parecía hacerse cada vez más pequeño. Estaban atrapados como ratas.

martes, 23 de abril de 2013

LA FORTUNA DEL PESCADOR


Había una vez un marinero, que cansado de todos los días levantarse muy temprano, e ir forzosamente a pescar para alimentar a su familia con lo poco que el mar ofrecía, decidió hacerse pirata, que aunque era menos honrado, pensó que podría darle más ganancia y surcaría los mares en busca de tesoros valiosos que pudiera cubrir mejor las necesidades de su mujer e hijos.

Su amada esposa siempre le decía:
- Piensa seriamente lo que vas a perder, una vida tranquila y segura. Puede que encuentres un gran botín que nos salve de tanta miseria o puede que te maten en una dura lucha.

El pescador, convencido de la decisión que había tomado, le contestó:
- Es muy grande mi deseo de quedarme a vuestro lado, pero he de ser fuerte y partir o nunca sabré si hay algo mejor que lo que tengo y si lo puedo conseguir.-

Muy tristes y preocupados, sus hijos le dijeron adiós, y su esposa lo besó tiernamente para que nunca se olvidase de volver.

Los días en alta mar eran largos y peligrosos porque la tripulación de aquel barco se formaba de hombres traicioneros y asesinos, pero aprendió a defenderse y consiguió cierto respecto que le salvó en innumerables ocasiones. Pasaba mucho miedo cuando los perseguía la flota marítima para darles caza y colgarlos a todos, luchó una vez contra un tiburón que casi se lo come cuando intentaba soltar lastre cerca de una isla tropical, en una ocasión quisieron envenenarle y otras veces él mismo pensaba en tirarse al agua y que el mar se lo llevase.

El pobre marinero, ridículamente disfrazado de corsario, siempre tenía en su mente la visión de aquel tesoro que lo sacaría de la penuria, así podría regresar con los suyos.

Unas veces conseguían robar las joyas de algún noble y a él sólo le entregaban una pulsera de plata, en otras ocasiones robaron un barco entero de lingotes de oro y en una brava tormenta lo perdieron todo. Cada día que pasaba le parecían cien años, se volvía más exigente en su búsqueda y ningún botín le parecía lo suficientemente bueno para conservarlo y volver a casa.

Durante sus aventuras conoció muchos lugares, tuvo que matar a varios hombres y robar a gente inocente que trabajaba duro para ganarse el pan, tal como él había hecho tiempo atrás. Pasó frío y se sintió solo tantas veces que pensó que aquel tesoro era sólo una ilusión y que nunca lo encontraría. Como no podía volver a casa sin nada, decidió que su vida se basaría en recorrer el mundo y que no seguiría pensando en hacerse rico. Tiró la toalla y abandonó su propósito.

Una noche, en que las olas de una aterradora tormenta golpeaban con furia el armazón del barco en el que navegaban, todos los hombres luchaban por mantenerlo a flote recogiendo las velas, apuntalando un tablón roto aquí, sujetando amarras allá; él vio como uno de los grumetes caía al agua sin sentido por un golpe en la cabeza y quiso salvarlo. Al lanzarse al vacío, el palo mayor de proa cayó sobre él dejándolo también inconsciente y se hundió en la profundidad.

No sabía porqué, escuchaba cantos hermosos de una sirena y una bocanada de aire fresco le llenó los pulmones cuando se suponía que en aquellas circunstancias nada podría oír y mucho menos respirar.

De pronto, de un sobresalto, abrió los ojos y la vio frente a él, era brillante, redonda y perfecta como él la había imaginado. La cogió con su mano muy fuerte para que no se le escapase y nadó con todas sus fuerzas hacía la superficie.

La marea se había calmado y el sol brillaba en lo alto, ¿cuánto tiempo habría pasado?, no lo sabía, lo único que le importaba era que había encontrado aquella perla en un mar tan inmenso y que era suya. Por fin podría volver a ver a sus hijos y hacer todas las cosas que tanto le gustaban. Saldría de nuevo a pescar, pero ya no por necesidad, sino por placer y tenía la seguridad de que no volvería a ser pobre nunca.

Siendo tan rico como era, ya no tendría que sufrir la soledad, no matar y robar a más gente; y aunque sus remordimientos por todas las cosas malas que había hecho a veces le atormentaban sabía que había valido la pena por encontrar una perla de tan incalculable valor y tan grandiosa belleza.


Relato publicado en "Relatos Urbanos. Sin trampa ni cartón". Ed. ECU. Alicante 2006

miércoles, 17 de abril de 2013

LA PIEDRA DE MARFIL


La piedra estaba triste por que nadie quería jugar con ella. Los atardeceres junto al río eran dorados y le gustaba notar el roce del agua en la orilla, pero se aburría mucho por que estaba siempre quieta y ella quería poder moverse para ver mundo. No era una piedra muy grande, cabía en la palma de la mano y era suave por que se bañaba con la lluvia. Aunque estaba al sol era muy blanca y cuando se miraba en el río le parecía que era una piedra realmente bella y se preguntaba si algún día alguien, un pájaro, una ardilla, el viento quizá, se fijaría en ella para hacerla viajar lejos de allí.
Soñaba sin descanso con lo que más deseaba en el mundo, -quisiera correr libre por la hierva, subir una colina, bailar con las nubes ¡y tantas cosas que no puedo hacer!-, se lamentaba con tristeza, ya que era su destino, al igual que los árboles no se pueden mover como quisieran yendo de un lado a otro. Pero no conforme se decía, que al menos ellos desde sus altas copas pueden divisar el horizonte y lo que hay un poco más allá, pero ella estaba tirada en el suelo y no alcanzaba a ver más lejos de su contorno. Recordaba con nostalgia el tiempo en que fue parte de una gran montaña ya desaparecida. Desde su posición podía ver el valle, verde y amplio hasta el río; y hablaba con las águilas cuando pasaban al vuelo cerca de ella. Le contaban muchas historias interesantes de lugares muy lejanos y se sentía feliz viendo y oyendo todas estas cosas.
Ahora con los peces también hablaba, pero éstos eran tan estúpidos que olvidaban enseguida lo que la piedra les contaba y ella tenía que volver a repetirles una y otra vez lo mismo que ya les había dicho. Por eso no se divertía con ellos y se hacía la dormida a veces cuando venían a saludarla.
Un día cualquiera, a través del bosque se oyeron voces y pasos, ¿quién puede estar dirigiéndose hacia aquí? Los pájaros salieron en desbandada asustados y los pequeños animales se cobijaron en sus madrigueras tan rápido como pudieron. La piedra empezó a tener mucho miedo y por primera vez notó que temblaba. Cerró los ojos y se encogió deseando pasar desapercibida. Las voces se hicieron más fuertes y empezaron a escucharse risas también. Paralizada se atrevió a abrir un ojo lentamente para ver qué estaba ocurriendo. Corriendo hacia ella vio a un ser enorme que a punto estuvo de pisarla cuando se lanzó al río. Detrás lo siguieron dos un poco más grandes y una cosa peluda que no dejaba de jadear.
El chapoteo de aquellos seres tan extraños empezó a salpicarle refrescándola y las risas la contagiaron y ella también se puso a reír con alegría. -Parecen amables y se cuidan entre ellos-, pensó. La piedra quiso poder participar también pero de nuevo se vio limitada por su situación inerte y empezó a llorar desconsolada. El ser más pequeño salió del agua y se tumbó en el suelo junto a ella sintiendo el calor del sol en su cuerpo, de pronto se dio cuenta de lo que tenía al lado. La cogió entre sus manos pequeñas y la piedra se sintió grande. Entonces se levantó de un salto y corrió hasta donde estaban los que habían venido con él. Muy contento no dejaba de dar saltos enseñando su descubrimiento y la piedra pensaba que se iba a marear. En ese momento, cuando estaba a punto de desmayarse, el ser dijo lo más hermoso que había escuchado nunca sobre ella: -¡Mamá, mira que piedra tan bonita! Parece de marfil-. Sus amigas las águilas le habían contado lo valioso que era el marfil. El ser la acarició y la miró con mucho amor, la lavó en el agua y se la guardó en el bolsillo. La piedra se quedó dormida, tranquila confiaba que su nuevo amigo no le haría ningún daño.
Al atardecer se pusieron en marcha. Con los andares de su portador se despertó y se dio cuenta de que se la llevaban lejos de allí para siempre, se sintió muy agradecida de haber sido encontrada y se despidió de todo lo que había conocido hasta entonces.
Su nuevo hogar era cálido y olía muy bien. El ser que la había recogido la dejó sobre una mesa desde donde podía ver todo el lugar, se sentó y empezó a decorarla. Le dibujó un corazón y una sonrisa, le puso su nombre por detrás. La piedra se llamaba Marfil y el niño Pablo.