Hace más de media hora que estoy esperándole.
¡No puedo creer que otra vez me deje plantada!
Todo mi esmero en arreglarme solo ha servido para
que se distraigan los albañiles del piso de enfrente. ¡Qué descarados! Ni
siquiera disimulan. Desde luego…¡No hay derecho! Cuando aparezca me va a oír.
Estamos petrificados
admirando por el hueco de esta ventana sin cristal, a ese ángel caído del
cielo. ¡Vaya curvas tiene la tía! Y unas piernas que no te las acabas.
Parece que está esperando
a alguien, no para de mirar el reloj, me da que la han dejado plantada. Hace
más de media hora que está ahí parada mirando en todas direcciones. ¡Uy!,
parece que nos ha visto. Con ese vestido tan ajustado es imposible no mirar, se
le marca hasta el contorno del tanga. Si fuera yo el maromo con el que ha
quedado no la dejaba sola ni dos minutos.
Estos zapatos de tacón alto me están
destrozando los pies, me pregunto cómo voy a aguantar el resto de la tarde, no
sé por qué tuve que comprármelos, ¡si no estoy acostumbrada! Lo que sí me
encanta es el bolso, a lo mejor un poco grande, pero me gustan así, nunca se
sabe lo que puede hacer falta, hay que estar preparada.
Mi compañero está
como un potro desbocado, quiere bajar. Dice que él le hace compañía, o si
quiere, que se presta voluntario para que se lo lleve a casa dentro de ese
bolso gigante que lleva, está convencido de que como mide metro y medio cabe
dentro. La verdad, es que el bolso es enorme, ¿Qué llevarán las mujeres en esos
bolsos tan grandes? A la mía le pasa igual.
Vuelvo a mirar la hora. Como tarde un minuto
más me voy. Me gustaría saber dónde querrá llevarme, no me dio ninguna pista…, ¿Pero
dónde se habrá metido?
Levanto la vista del reloj por enésima vez en
treinta minutos echando un vistazo a mi alrededor, a ver si aparece. Creo que
es aquel que viene por la acera de enfrente, no estoy segura. Pero… ¿qué lleva
puesto?
Cuando ya se encuentra a un metro de mi le
corto el paso con los brazos extendidos, no pienso dejar que me de un beso sin
antes explicarme a qué viene esa pinta y por qué me ha hecho esperar tanto.
Respondiendo a mis incógnitas me dice que su
madre le ha llamado para arreglar un grifo, y que va así vestido por que se le
ha ocurrido la maravillosa idea de que nos vayamos a pescar.
¡Esto es el colmo! Sólo me faltaba acabar
celebrando nuestro aniversario metida en una barca, con un vestido más ajustado
de lo normal y con un dolor de pies que no hay quien lo aguante. Además, podría
de vez en cuando dejar a su madre al margen, que la tengo hasta en la sopa.
Le muestro mi enfado en estado puro, yo solo
quiero irme a mi casa, me da igual todo. Camino en dirección contraria a él
decidida a desaparecer. Él me sigue suplicante, ¡ya no lo soporto más!, es un
pelele, se acabó.
Me quito los zapatos y lanzándoselos desde
corta distancia le digo que le aprovechen. A lo mejor le sirven de carnaza para
los peces, por que yo acabo de desengancharme de su caña de pescar.
Acaba de llegar el
tío ese. ¡Menuda pinta lleva! Está claro que la chavala no quiere ni que se le
acerque. Parece un pordiosero. La cosa se está poniendo fea. Ésa tiene un
cabreo de mil demonios. Ha cogido carretera y manta, ¿a dónde va?... Llévame
contigo… ¡Madre mía! Vaya zapatazo le ha pegado al enclenque, casi lo escalabra
con el taconazo.
Da la sensación de
estar bastante harta, ésta ya no vuelve. ¡Menuda nena! Una mujer de armas
tomar.