Escribiendo sobre agua.

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martes, 24 de diciembre de 2013

NOCHEBUENA LUNAR

Como cada año ya estoy contando los minutos para que mis invitados se presentes con ganas de pasar una velada agradable. Son muchos los que han confirmado que vendrán, representantes de toda la galaxia.

Esta cena no es solo una reunión de amigos, aquí también se discuten muchos temas universales y se llegan a acuerdos importantísimos. Sin ir más lejos, el día que Neil Armstrong vino por primera vez y lo vieron desde su planeta pasearse por mi jardín, fue posible por que en primer lugar, la Nochebuena anterior, el presidente de La Nasa había sido mi invitado de honor y le entregué la llave interestelar para que pudieran subir a mi casa cuando quisieran, eso sí, con previo aviso, no me gustaría que me visitasen en un mal momento. Por lo general suelen ser considerados conmigo.

De todos los planetas que componen la Vía Láctea, no va a faltar ninguno. Estoy un poco nerviosa, creo que lo mejor será que empiece a arreglarme. Los he citado a las nueve y media y suelen ser muy puntuales, ya faltan menos de dos horas para que lleguen.

Entro en mi dormitorio y reviso mi armario. Quiero ponerme algo llamativo para la ocasión, descarto algunos modelitos que ya me he puesto en otras ocasiones y me decido por la capa de cola larga con incrustaciones de diamantes. Normalmente voy ataviada con una bata adornada con bordados de plata, el día a día es diferente y no hay que ser ostentoso en el vestir. Llamo a mis amigas las estrellas para que den su opinión sobre mi atuendo, han quedado muy satisfechas con la elección y me han hecho el primer regalo de Navidad: una corona que han tejido entre dos o tres.

A continuación me dirijo con paso apresurado al comedor para comprobar que todos los servicios están preparados y revisar que no falta un solo detalle en la mesa. Veamos, las mediaslunas en sus bandejas, el tocinito de cielo que tanto le gusta a Plutonio listo, los buñuelos de viento en su lugar, las empanadillas de cabello de ángel también. Muy bien, aquí todo está correcto.

Los que se están retrasando son los músicos, le he pedido a Michael Buble que venga para amenizar la cena cantando villancicos con su armoniosa voz. A cambio le he propuesto iluminar la Nochevieja en Manhattan, para su próximo concierto, como nunca antes lo he hecho en ningún lugar. Para su comodidad he habilitado adecuadamente el jardín trasero. Hacía tiempo que estuve pensando en reformarlo, pero nunca lo llevaba a cabo, finalmente, cuando vi las fotos que el satélite terrestre había hecho, decidí que ya no podía seguir así.


Ya empiezo a escuchar voces ahí fuera, parece que por fin llega alguien. Me doy el último retoque en el espejo y me digo: “vamos Luna, que estas Navidades, ni la Preysler te supera en esplendor”.