Había una vez un marinero,
que cansado de todos los días levantarse muy temprano, e ir forzosamente a
pescar para alimentar a su familia con lo poco que el mar ofrecía, decidió
hacerse pirata, que aunque era menos honrado, pensó que podría darle más
ganancia y surcaría los mares en busca de tesoros valiosos que pudiera cubrir
mejor las necesidades de su mujer e hijos.
Su amada esposa siempre le
decía:
- Piensa seriamente lo que
vas a perder, una vida tranquila y segura. Puede que encuentres un gran botín
que nos salve de tanta miseria o puede que te maten en una dura lucha.
El pescador, convencido de
la decisión que había tomado, le contestó:
- Es muy grande mi deseo de
quedarme a vuestro lado, pero he de ser fuerte y partir o nunca sabré si hay
algo mejor que lo que tengo y si lo puedo conseguir.-
Muy tristes y preocupados,
sus hijos le dijeron adiós, y su esposa lo besó tiernamente para que nunca se
olvidase de volver.
Los días en alta mar eran
largos y peligrosos porque la tripulación de aquel barco se formaba de hombres
traicioneros y asesinos, pero aprendió a defenderse y consiguió cierto respecto
que le salvó en innumerables ocasiones. Pasaba mucho miedo cuando los perseguía
la flota marítima para darles caza y colgarlos a todos, luchó una vez contra un
tiburón que casi se lo come cuando intentaba soltar lastre cerca de una isla
tropical, en una ocasión quisieron envenenarle y otras veces él mismo pensaba
en tirarse al agua y que el mar se lo llevase.
El pobre marinero,
ridículamente disfrazado de corsario, siempre tenía en su mente la visión de
aquel tesoro que lo sacaría de la penuria, así podría regresar con los suyos.
Unas veces conseguían robar
las joyas de algún noble y a él sólo le entregaban una pulsera de plata, en
otras ocasiones robaron un barco entero de lingotes de oro y en una brava
tormenta lo perdieron todo. Cada día que pasaba le parecían cien años, se
volvía más exigente en su búsqueda y ningún botín le parecía lo suficientemente
bueno para conservarlo y volver a casa.
Durante sus aventuras
conoció muchos lugares, tuvo que matar a varios hombres y robar a gente
inocente que trabajaba duro para ganarse el pan, tal como él había hecho tiempo
atrás. Pasó frío y se sintió solo tantas veces que pensó que aquel tesoro era
sólo una ilusión y que nunca lo encontraría. Como no podía volver a casa sin
nada, decidió que su vida se basaría en recorrer el mundo y que no seguiría
pensando en hacerse rico. Tiró la toalla y abandonó su propósito.
Una noche, en que las olas
de una aterradora tormenta golpeaban con furia el armazón del barco en el que
navegaban, todos los hombres luchaban por mantenerlo a flote recogiendo las
velas, apuntalando un tablón roto aquí, sujetando amarras allá; él vio como uno
de los grumetes caía al agua sin sentido por un golpe en la cabeza y quiso
salvarlo. Al lanzarse al vacío, el palo mayor de proa cayó sobre él dejándolo
también inconsciente y se hundió en la profundidad.
No sabía porqué, escuchaba
cantos hermosos de una sirena y una bocanada de aire fresco le llenó los
pulmones cuando se suponía que en aquellas circunstancias nada podría oír y
mucho menos respirar.
De pronto, de un
sobresalto, abrió los ojos y la vio frente a él, era brillante, redonda y
perfecta como él la había imaginado. La cogió con su mano muy fuerte para que
no se le escapase y nadó con todas sus fuerzas hacía la superficie.
La marea se había calmado y
el sol brillaba en lo alto, ¿cuánto tiempo habría pasado?, no lo sabía, lo
único que le importaba era que había encontrado aquella perla en un mar tan
inmenso y que era suya. Por fin podría volver a ver a sus hijos y hacer todas
las cosas que tanto le gustaban. Saldría de nuevo a pescar, pero ya no por
necesidad, sino por placer y tenía la seguridad de que no volvería a ser pobre
nunca.
Siendo tan rico como era,
ya no tendría que sufrir la soledad, no matar y robar a más gente; y aunque sus
remordimientos por todas las cosas malas que había hecho a veces le
atormentaban sabía que había valido la pena por encontrar una perla de tan incalculable
valor y tan grandiosa belleza.
Relato publicado en "Relatos Urbanos. Sin trampa ni cartón". Ed. ECU. Alicante 2006