Escribiendo sobre agua.

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jueves, 9 de marzo de 2017

EXTRAÑOS EN UN AUTOBÚS (HISTORIAS EN MINIATURA)

EXTRAÑOS EN UN AUTOBÚS

                No puedo dejar de mirarlo preguntándome qué hace aquí o si realmente es él. Cuanto más analizo su aspecto en busca de argumentos que respalden mis sospechas y doy más vueltas al asunto estoy cada vez más segura de ello. Ese rizo en su frente le delata, pero esas gafas de pasta me despistan un poco. Intentaré concentrarme en otra cosa, como esta revista sobre las nuevas tendencias del verano, qué colores tan chillones, pero vuelvo a mirar. Él ya no está aquí. No puede ser, el autobús no ha parado todavía, o sí, no sé. No se oye la música en el autobús, van a dar una noticia de última hora, parece que un incendio se está produciendo a dos manzanas de aquí, en la calle César Elguezabal. Me voy, me bajo ya, en la siguiente parada, si salgo corriendo no me lo perderé, porque algo me dice que al llegar encontraré la respuesta a mis preguntas.



Efectivamente, de entre toda la gente que se agolpa contra las vallas de contención y los bomberos apagando el fuego, una figura inconfundible sostiene entre los brazos a un persona medio inconsciente por el humo. Siempre había mantenido la opinión de que un mono azul ajustado al cuerpo con unos calzoncillos rojos por encima no podían quedarle bien a nadie, ¡menuda horterada! Pero me equivoqué, a él le sientan de muerte. ¿Qué hace aquí? A  tantos kilómetros de Metrópolis, ¿estará de vacaciones? No es tan extraño, a los americanos les encanta nuestro país. Me está mirando justo en este momento y sonríe con el rizo pegado a su frente y cada vez hace más calor y no sé si es por el incendio o porque es julio en Alicante o por qué será, pero empiezo a notar que mis piernas se están debilitando y que me estoy desvaneciendo. Además, ya no me da tiempo a coger el próximo autobús y necesito llegar volando al trabajo.

AZOTEA (HISTORIAS EN MINIATURA)

AZOTEA



-Reconoce públicamente que quien escribió la novela se llamaba Ernesto Gamez, murió antes de que se publicara y tú te atribuiste el éxito.-

Se me hizo un nudo en el estómago. No sabía qué contestar, aunque todavía era su palabra contra la mía.

-Pero no contabas con que me enviase a mí una copia del manuscrito.-

Puede que fuese un farol, pero… ¿Y si era verdad? Podría hundirme para siempre.

-Es imposible, eso nunca podrás demostrarlo. Ese libro lo escribí yo.-

-¿Ah sí…? Pues si tan bien conoces la trama, dime, ¿en qué te basaste para la conversación entre Paula y Carlos? ¿No se parece un poco a estos mensajes de wasap?-

A continuación me mostró, exactamente, el mismo diálogo que aparecía en la escena de la azotea. Con fecha de un año antes de la publicación a la novela.

La sangre me hervía en las venas, mi razón se nublaba y lo siguiente que recuerdo es una mujer cayendo al vacío y un grito ahogado en mi garganta.

El móvil seguía encendido, pero ahora solo grababa el silencio.

martes, 31 de enero de 2017

LA TABERNITA

Como de costumbre, el bar de Felix a estas horas está lleno a rebosar. Los funcionarios del juzgado toman, sin prisa, café solo en la barra; se mezclan con los operarios de la fábrica de hilo que llevan en pie más de cinco horas y precisan algo más contundente que la cafeína para mantenerse vivos.. Carmina prepara en la cocina bocadillos en serie y Pepe atiende las mesas sin despeinarse.
            Al fondo se juntan los de la partidita, la “Peña del Yayo”, cada uno con su carajillo en una mano y los naipes en la otra. Félix se acerca a ellos para ver quién va ganando, observa alrededor que todo el mundo esté servido y se sienta un rato a conversar con su amigos.
-¡Me tienes harto Ernesto! ¡Qué no me mires las cartas!- increpa Arturo.
-Siempre andáis igual, ¡vaya cuatro carcamales!- les dice Felix en tono sarcástico.
-¡Mira quién fue a hablar! El colegial.- responde Anselmo entre dientes con el palillo en la boca.
            Sin apartar la vista de la jugada anterior Higinio lanza al aire como si tal cosa: -¡Ay Felix…! Lo que tienes que hacer es jubilarte ya y unirte a nosotros. Que si la envidia fuera tiña…-
            El camarero se ríe hacía dentro y parece que los botones de su camisa le vayan a reventar, hasta que todos estallan en una sonora carcajada y la inmensa tripa de Felix rebota arriba y abajo. Los cuatro pelos que le quedan en la cabeza se le ponen de punta como por suerte de electricidad estática. Fatigado por la risa contesta: -Ya sabéis que por ganas no será, pero la idea de dejar el bar en manos de Miguel no me atrae lo más mínimo-
            Higinio levanta sus pobladas cejas, que más pesaban en su frente que las mismas gafas de miope y le mira por encima de ellas: -No me extraña, menudo pirata está hecho tu hijo. Yo creo que en una semana hunde el negocio. No te ofendas por lo que te voy a decir, ese de lo suyo sabe pero para llevar un bar no vale.-
            La hora del almuerzo está llegando a su fin para el resto de clientes. El local empieza a vaciarse gota a gota hasta que sólo han quedado los de siempre.
            La conversación continúa por boca del más anciano: -Ese chico es un gafe, lo que toca lo echa a perder-
-Oye Anselmo, un respeto que sea como sea es mi hijo- espeta Felix.
-Y un mandón sin criterio, – Es la voz de Ernesto- para un día que lo dejaste a cargo casi quema la cocina y al pobre Pepe lo llevaba frito con sus exigencias-
-Ese no sabe nada, es un tarugo. - Dice Higinio -  Yo no sé a quién habrá salido y que conste que no pongo en duda que sea hijo tuyo, que la napia le viene de herencia paterna y tu mujer es una santa, pero con lo trabajador que eres tú hay que ver; poco le gusta dar el cayo al chiquillo.-
-Bueno, ya vale, que lo estáis poniendo de vuelta y media y no está delante para defenderse- refunfuña Felix haciéndose el ofendido.
-Pensándolo mejor…, deja, deja Higinio, que no se jubile, a ver si va a ser peor.- Contesta Ernesto espiando disimuladamente la mano de Arturo otra vez. Éste le propina un puntapié por debajo de la mesa al que tiene al lado y responde:
-Chico, ¿y por qué no delegas en un encargado? Alguien que conozca a la clientela, que se maneje en este tinglado y que no te dé problemas.-
-¡Pepe es un buen candidato! – dice Anselmo pegando un puñetazo encima de la mesa con rotundidad – El muchacho lleva trabajando contigo más de veinte años, nos conoce a todos y nos sabe llevar a las mil maravillas, y mira que eso es complicado...- Lo dice con una sonrisa maliciosa.
            Felix pensativo mira a Anselmo fijamente con sus pequeños ojos verdes: – Hombre, lo que dices no está mal, pero aún si no traspaso, el peso de la responsabilidad seguiría recayendo sobre mí.-
-Pues dale un aliciente…, asóciate con él…, súbele el sueldo…, dale algo para que no se duerma en los laureles. – Arturo no deja de gesticular con las manos llevado por la emoción, mientras Ernesto no se rinde tratando de averiguar su juego. Parece que la patada en la espinilla ya se le ha olvidado.
-Lo que está claro es que como Miguel se encargue de este imperio nosotros acabaremos jugando al mus en la sede para ancianos de la casa parroquial. – Conviene Higinio.
El tiempo para el tramposo ha expirado, parece que hoy no es su día. Las cartas boca arriba sobre la mesa y Arturo recogiendo la recaudación así lo indican.
-Y tú arruinado Félix, fíjate lo que te digo. – dice Anselmo apuntando a su amigo con un dedo acusador
La estrecha mandíbula del tabernero se tensa, en el interior sus dientes se aprietan durante un momento para seguidamente decir en tono de reproche: -No seáis catastrofistas, que mi hijo tiene su propio negocio y sabe lo que es ser empresario. –
- Si tú llamas empresa a realizar reparaciones de trastos viejos y que no le de el sueldo ni para pipas…- Critica Higinio mientras baraja para la siguiente mano. Lleva la camisa mal abrochada igual que todos los días, desgastada del cuello y de los puños por el uso, ya desteñida a causa del paso del tiempo. No es la única que tiene en ese estado.
-No son trastos viejos sino aparatos electrónicos usados. – Rectifica ensalzando las dotes de su hijo.
Anselmo percibe que Felix se empieza a encoger y que las dudas le están carcomiendo las entrañas. Le pone la mano sobre el hombro con gesto amigable y le trasmite en tono suave su comprensión: -Vamos a dejar el tema y a centrarnos en otros asuntos más triviales, ¿te echas una compañero? –
            El tabernero observa que ha llegado el camión de Coca Cola y que Pepe atiende solícito al proveedor. El bar se ve limpio por que Paquita ha ido esta mañana a primera hora, no falta detalle en las mesas, el personal ocupa sus puestos y se da cuenta de que él no tiene ninguna orden que dar.

-¡Ché, vamos con esa partida! Pero reparte bien Ernesto que te he estado vigilando y siempre las das malas.-